martes, 19 de mayo de 2015

Desconectar...



Cada uno o dos meses tengo que viajar desde Bariloche a General Roca por trabajo. Es un viaje de, aproximadamente, 7 horas. Salgo 15:10 y llego a las 22. La primera vez que hice este viaje, sentí la inutilidad de la tecnología al estar por horas y horas sin conexión a internet. Es en el único momento que estoy así, offline. Y eso genera un extraño vértigo, creo que tengo síndrome de abstinencia. Fuck.
Después del primer viaje, sabiendo lo que va a pasar, me mentalizo. En el primer viaje agoté la batería buscando un poco de señal, lo ponía en modo avión, cada tanto lo activaba a ver si pasaba algo, vivía pendiente del celular. YO VIVO PENDIENTE DEL CELULAR. Yo, que me crié en el medio del campo, que cuando era chica ni teléfono teníamos, y aún en la casa de mi mamá no hay internet (sólo lo que agarra la señal del celular).  Cualquiera mayor de 30 (menores quizás también) se acuerdan de lo que era llamar a un teléfono fijo a un amigo. Cualquiera se acuerda lo que era acordarse de los números de teléfono de… todos??? Llamar a los primos, a los amigos, al remis, al delivery, a la abuela sólo implicaba levantar el teléfono (fijo, por supuesto) y marcar (¿alguien se acuerda de marcar “a rosca”?).
Me vienen todos estos pensamientos a las 4 horas de haber iniciado mi ¿décimo? viaje a General Roca. Ya me acostumbré a apagar el celular cuando arranca el micro. SI, ME AUTOIMPONGO EL EXILIO CONECTIVO MUCHO ANTES DE NO TENER SEÑAL. ¿Por qué? No sé si me desafío o ante la inevitabilidad de algo, prefiero darle sepultura mucho antes de que ocurra naturalmente. Hoy estaba cansada, mandé los besos correspondientes, apagué el celu y me puse en posición horizontal, con auriculares sin sonido (los vecinos de adelante hacían mucho ruido) y anteojos de sol. Dormí 3 horas con el vaivén cual cuna, tapadita, sin que nadie me moleste, relajada.
Sin embargo no me puedo quitar esa sensación de “en el mundo pasan cosas y no me entero”. Y no sólo me refiero a las noticias, al Twitter, al Facebook, instagram, etc etc etc. Creo que hoy lo que más me alerta es no poder mirar el Whatsapp. Con muy poca gente me digno a hablar por teléfono, y muchos me cuentan que les pasa lo mismo. Ahora es más cómodo, menos invasivo, más impersonal, pero con las susceptibilidades a flor de piel. Porque si vio o no vio el mensaje, si el doble tilde se pone azul, si sale o no el mensaje… ufff… las Grecia Colmenares y los Osvaldo Laport del siglo XXI están a la orden del día. Quizás es eso lo que me pone con esta sensación de vacío. Uy! Si, lo admito, me genera esta sensación muy rara, ajena, impropia de mi normalidad. Yo, que creo que puedo estar una semana sin conectarme a internet JAJAJAJAJAJAJAA! (carcajada grosera, rústica, primitiva, me río de mi hipócrita yo) Al menos que venga “la” apocalipsis y colapsen los satélites, la electricidad, la fibra óptica y vaya a saber uno cuántas cosas más, la mayoría no sabremos lo que es vivir desconectados.
19:15 hs. Ya es de noche en la ruta, vomito mis palabras y releo, con mi sensación de vacío justo entre las lolas. Tentada de prender el celular en medio de la nada, me impongo como regla prenderlo llegando a Neuquén. Otra decisión extrema, ya que tengo señal desde mucho antes. Pero QUIERO poder superar esto. La sensación no creo que se vaya, pero espío un poco el mundo en el que crecí, miro por el túnel del tiempo y me acuerdo de muchos, muchísimos números de teléfono fijos. Me acuerdo de la vida pre teléfono inalámbrico, cuando estabas horas con el cuello retorcido hablando con quien sea, jugando con el cable que se re enrulaba, y después tirabas el tubo para que de vueltas y se desenrede el cable, ¿te acordás?.
Y mientras tanto, agarro mis crucigramas, mis palabras cruzadas, sopas de letras, sudokus y autodefinidos y me doy el lujo de divertirme analógicamente con algo que me inculcó mi mamá desde chica. Siempre antes de viajar me compro alguna de estas revistas de pasatiempos “a lapicera” y paso a ser una “rara avis” entre los pasajeros digitales. Me quedo con una tradición que me recuerda mis raíces, que me ayuda a desconectar y que ejercita mi cerebro.
Me quedan unas horas de viaje por delante, voy a seguir en mi estado “raro”. Voy a seguir verdaderamente desconectada.
Ah! Y si quieren jugar a algo extremo, agarren un papel, un lápiz y escriban una carilla de lo que sea, copien algo, pero usen sus dedos amontonados apretando un palito que les permite escribir algo sobre un papel.
Desconectar…

domingo, 17 de mayo de 2015

Ñoquis negros rellenos de queso brie (para no perder la costumbre)



Casi que tengo un fetiche por los ñoquis rellenos, me gustan, me gusta jugar con combinaciones de sabores, texturas y colores.
Esta receta la vengo haciendo hace unos años, siempre adaptándome con los ingredientes disponibles. No hay que volverse loco por querer hacer las cosas "tal cual" (excepto en pastelería, que es casi química pura).
Siempre que puedo, tengo un sobrecito de tinta de calamar en la heladera. Para risotto, para pastas de harina, para ñoquis. Es una "mala" costumbre que tengo, pero siempre con un fin noble, por ejemplo, agasajar a mi suegra.
¿Empezamos? Estos son ÑOQUIS NEGROS RELLENOS DE QUESO BRIE CON SALSA DE SALMÓN
Como siempre, hervimos papas y una vez cocidas, hacemos un puré. Para 3 personas utilicé 2 papas medianas, y sobró (igual fuimos modestos para comer, las porciones fueron de 5 ñoquis). Al puré le agregamos sal, nuez moscada y la tinta de calamar. Pueden diluirla en una cucharada de agua caliente para que se mezcle fácilmente.


Agregamos harina común y amasamos hasta que quede así de negrita la masa. Como pueden ver, hice dos chorizos del grosor de... justamente, un poco más grande que un chorizo! Pensá que tiene que entrar el pedacito de queso brie como el de la siguiente foto.


Cortamos el queso brie en cubitos. Ponemos agua a hervir.


Tomamos un cubito y lo ponemos en el centro del gran ñoqui, y lo cubrimos y redondeamos bien con la masa. Luego pasamos cada ñoqui por harina, para que quede bien cubierto.

  

Cuando tenemos todos los ñoquis y el agua ya hirviendo... al agua ñoquis!

 

Cuando flotan (sí, te juro que flotan, no importa el tamaño) los sacas con espumadera (es muy importante no tirar el agua y los ñoquis al colador, hay probabilidades de que se rompan) en un plato y usas la salsa de tu preferencia. 

Salsa de salmón:
Tenía en la heladera paté de salmón y crema. En una cacerolita puse el paté con un poco de crema, y lo fui diluyendo de a poco y agregando la crema a medida que se iba espesando, puede que al final necesite un poco de leche. Como toque final, le puse ciboulette.
Serví los ñoquis con esta salsa y le puse almendras fileteadas para dar una textura crunchi.




Miren como sale el brie derretido... mmmmm....


Hagan y disfruten!