Cada uno o dos meses tengo que viajar desde Bariloche a
General Roca por trabajo. Es un viaje de, aproximadamente, 7 horas. Salgo 15:10
y llego a las 22. La primera vez que hice este viaje, sentí la inutilidad de la
tecnología al estar por horas y horas sin conexión a internet. Es en el único
momento que estoy así, offline. Y eso genera un extraño vértigo, creo que tengo
síndrome de abstinencia. Fuck.
Después del primer viaje, sabiendo lo que va a pasar, me
mentalizo. En el primer viaje agoté la batería buscando un poco de señal, lo ponía
en modo avión, cada tanto lo activaba a ver si pasaba algo, vivía pendiente del
celular. YO VIVO PENDIENTE DEL CELULAR. Yo, que me crié en el medio del campo,
que cuando era chica ni teléfono teníamos, y aún en la casa de mi mamá no hay
internet (sólo lo que agarra la señal del celular). Cualquiera mayor de 30 (menores quizás
también) se acuerdan de lo que era llamar a un teléfono fijo a un amigo.
Cualquiera se acuerda lo que era acordarse de los números de teléfono de…
todos??? Llamar a los primos, a los amigos, al remis, al delivery, a la abuela
sólo implicaba levantar el teléfono (fijo, por supuesto) y marcar (¿alguien se
acuerda de marcar “a rosca”?).
Me vienen todos estos pensamientos a las 4 horas de haber
iniciado mi ¿décimo? viaje a General Roca. Ya me acostumbré a apagar el celular
cuando arranca el micro. SI, ME AUTOIMPONGO EL EXILIO CONECTIVO MUCHO ANTES DE
NO TENER SEÑAL. ¿Por qué? No sé si me desafío o ante la inevitabilidad de algo,
prefiero darle sepultura mucho antes de que ocurra naturalmente. Hoy estaba
cansada, mandé los besos correspondientes, apagué el celu y me puse en posición
horizontal, con auriculares sin sonido (los vecinos de adelante hacían mucho
ruido) y anteojos de sol. Dormí 3 horas con el vaivén cual cuna, tapadita, sin
que nadie me moleste, relajada.
Sin embargo no me puedo quitar esa sensación de “en el mundo
pasan cosas y no me entero”. Y no sólo me refiero a las noticias, al Twitter,
al Facebook, instagram, etc etc etc. Creo que hoy lo que más me alerta es no
poder mirar el Whatsapp. Con muy poca gente me digno a hablar por teléfono, y
muchos me cuentan que les pasa lo mismo. Ahora es más cómodo, menos invasivo,
más impersonal, pero con las susceptibilidades a flor de piel. Porque si vio o
no vio el mensaje, si el doble tilde se pone azul, si sale o no el mensaje…
ufff… las Grecia Colmenares y los Osvaldo Laport del siglo XXI están a la orden
del día. Quizás es eso lo que me pone con esta sensación de vacío. Uy! Si, lo
admito, me genera esta sensación muy rara, ajena, impropia de mi normalidad. Yo,
que creo que puedo estar una semana sin conectarme a internet JAJAJAJAJAJAJAA!
(carcajada grosera, rústica, primitiva, me río de mi hipócrita yo) Al menos que
venga “la” apocalipsis y colapsen los satélites, la electricidad, la fibra
óptica y vaya a saber uno cuántas cosas más, la mayoría no sabremos lo que es
vivir desconectados.
19:15 hs. Ya es de noche en la ruta, vomito mis palabras y
releo, con mi sensación de vacío justo entre las lolas. Tentada de prender el
celular en medio de la nada, me impongo como regla prenderlo llegando a
Neuquén. Otra decisión extrema, ya que tengo señal desde mucho antes. Pero
QUIERO poder superar esto. La sensación no creo que se vaya, pero espío un poco
el mundo en el que crecí, miro por el túnel del tiempo y me acuerdo de muchos,
muchísimos números de teléfono fijos. Me acuerdo de la vida pre teléfono
inalámbrico, cuando estabas horas con el cuello retorcido hablando con quien
sea, jugando con el cable que se re enrulaba, y después tirabas el tubo para
que de vueltas y se desenrede el cable, ¿te acordás?.
Y mientras tanto, agarro mis crucigramas, mis palabras
cruzadas, sopas de letras, sudokus y autodefinidos y me doy el lujo de
divertirme analógicamente con algo que me inculcó mi mamá desde chica. Siempre
antes de viajar me compro alguna de estas revistas de pasatiempos “a lapicera”
y paso a ser una “rara avis” entre los pasajeros digitales. Me quedo con una
tradición que me recuerda mis raíces, que me ayuda a desconectar y que ejercita
mi cerebro.
Me quedan unas horas de viaje por delante, voy a seguir en
mi estado “raro”. Voy a seguir verdaderamente desconectada.
Ah! Y si quieren jugar a algo extremo, agarren un papel, un
lápiz y escriban una carilla de lo que sea, copien algo, pero usen sus dedos
amontonados apretando un palito que les permite escribir algo sobre un papel.
Desconectar…